Contemplando el mundo desde la orilla del mar al abrigo de sombrillas naturales, lo que me agrada. Este sitio no admite menores de edad si no estan en compañía de mayores. Algunos comentarios y/o dibujos y/o fotos pueden suscitar vómitos a los más recatados. Los jóvenes van por grupos, los adultos por parejas y los viejos van solos. (Proverbio sueco)

jueves, 12 de julio de 2007

Tenerla DURA... como PRIAPO


priapismo:


Erección continua y dolorosa del miembro viril, sin apetito venéreo.


En Roma el culto a Príapo estaba muy extendido, y eran muy comunes las inscripciones y los carteles con Príapo como protagonista. A veces, eran advertencias contra ladrones e intrusos que recibirían el castigo propio de Príapo (la penetración anal), otras veces divertidas alusiones mitológicas.

Priapo, hijo de Afrodita y de Dionisio; era representado como un hombrecito en actitud burlesca y provisto de un enorme pene, el cual pesa en una balanza. El otro plato de dicha balanza, contiene una bolsa repleta de monedas de oro, simbolizando no sólo el peso del pene, sino además, su valor y estima. A él se le rendía culto, en cuyo honor se celebraban grandes orgías fálicas.

En la antigua Roma, el culto fálico continuó. En las ruinas de Pompeya se han conservado numerosas representaciones fálicas, tanto en pinturas como en esculturas.


El falo interviene en el culto de las divinidades protectoras de la fecundidad agraria y de la procreación, en especial en el culto de Dioniso (v.), en el que hubo al principio danzas de fertilidad cuyos ejecutantes disfrazados de machos cabríos lo portaban, amén de procesiones y cantos fálicos.



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Tú, lector, que vas a leer las bromas procaces que hay en estos toscos poemas, deja ya de fruncir el ceño con tanta dureza, como hacía el viejo Lacio. No viven en este templo la hermana de Febo, ni Vesta, ni tampoco Minerva, la diosa que nació de la cabeza de su padre; en él habita el guardian de los jardines, pintado de minio, con esa verga descomunal asomando entre su entrepierna descubierta. Así que cubre tus partes con la túnica, o si no, lee estos poemas con los mismos ojos con los que las miras.

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Príapo, tú eres testigo de que estos poemas, más dignos de un huerto que de un libro, los he compuesto sin mucho esfuerzo, como un puro juego. No se me ha ocurrido convocar a las musas, como suelen hacer los poetas, para que acudan a este lugar tan poco virginal, porque me faltaría el coraje necesario para llevar ante Príapo a las castas hermanas, al coro de las Piérides. Así que sé benévolo con estos poemas que ociosamente he escrito en las paredes de tú templo, te lo suplico.

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Podría decírtelo con rodeos: “Dame eso que puedes dar una y otra vez sin agotarse”; “Dame eso que tal vez desearás inútilmente dar cuando una barba desagradable pueble tus mejillas”; “Dame lo que a Júpiter dio Ganímedes, quien, arrebatado por el águila sagrada, ahora escancia agradable nectar a su amante”; “Dame lo que la recién casada ofrece a su marido la primera noche, para evitar que se le desgarre la otra parte”. Pero más sencillo será decírtelo claramente: “Deja que te dé por culo” ¡Qué voy a hacerle! Así de bruto soy

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En dos versos se resume la ley que, según cuentan, Priapo impuso a los muchachos: “Puedes tomar tranquilamente lo que hay en mi huerto, siempre y cuando yo también pueda conseguir lo que hay en el tuyo.”

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Aunque como ves yo, Príapo, soy de madera , igual que de madera son mi hoz y mi verga, te cogeré y teniéndote así te la meteré , toda entera, por muy grande que sea, más tensa que una cítara, hasta la séptima costilla.

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Fuera de aquí, mujeres castas: es impropio de vosotras que leáis estos impúdicos versos. Pero a ellas esto les trae sin cuidado, y hacía aquí vienen derechas; parece que les encanta contemplar una buena polla

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Me preguntas por qué llevo mis partes sin cubrir; date cuenta de que ningún dios oculta nunca sus armas. El señor del mundo muestra abiertamente sus rayos; el dios del mar no oculta su tridente. Ni Marte esconde la espada que le da valor ni la intrépida Palas se guarda la lanza entre la ropa. ¿Es que se avergüenza Febo de sus flechas doradas? ¿Esconde acaso Diana su carcaj? ¿Y Alcides su mazo lleno de nudos? ¿Acaso tapa el dios alado el caduceo con la túnica? ¿Quién ha visto a Baco ocultar bajo la ropa su ligero tirso? ¿Y quién te ha visto a ti, Amor, sin tu antorcha visible? De modo que no será un crimen tener la polla siempre al descubierto; sin ella me encontraría inerme.

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¿De qué te ríes, tontita? No me hizo Praxíteles, ni Escopas, ni fui esculpido por la mano de Fidias; fue un campesino el que cogió un tronco en bruto y me dijo: Tú, sé Príapo. Pero ya veo que me miras y te ríes. Debe parecerte muy sabrosa esta cosa que se eleva como una columna entre mis ingles.

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Ten cuidado, no vaya a cogerte. Si te cojo no te apalearé a garrotazos, ni te heriré cruelmente con la curva hoz. Atravesado por mi percha descomunal, quedarás tan estirado que nunca pensarás que tu culo tenga curva alguna.

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Te atravesaré, muchacho, te lo advierto; a ti, muchacha, te follaré.
Y al barbado ladrón la tercera pena* es la que le espera.

* Se refiere a la irrumación o sexo oral.

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Tú, quienquiera que seas, entra. No pienses en alejarte de la venerable ermita de este lujurioso dios. Y si durante la noche una muchacha te acompaña, no temas por ello entrar. Podrías temer a los dioses severos, pero nosotras, mezquinas divinidades campestres, no valemos nada. Sin ningún pudor, con los testículos al aire, estamos a cielo abierto. Por tanto, todo el que quiera que entre, aunque venga embadurnado del negro hollín del lupanar.

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Quien ponga sus deshonestas manos en el vergel a mi confiado comprobará que no soy un eunuco. Y quien por ventura replique -¿quién sabrá que aquí, en un lugar tan apartado y entre arbustos, has sido tu quien me ha partido en dos?- se equivoca, porque este pleito se llevará a cabo ante dos importantes testígulos.

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¿Cuáles fueron las manzanas gracias a las que Hipómenes se llevó a la hija de Esqueneo? ¿Cuáles tenía el célebre jardín de las Hespérides? ¿Cuales debería llevar siempre en su repleto regazo Nausica, vagando por los dominios de su padre? ¿Cuál fue la manzana que Aconcio grabó, y que al leerla juramentó a la muchacha con el apasionado mancebo? Tales son las que el piadoso dueño de este vergel ha ofrendado, desnudo Príapo, sobre tu altar.

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Si la trotacalles Teletusa un día, con las nalgas al aire y agitando el vientre, se meneara moviendo el espinazo, podría con tales artes, oh Priapo, no solo conmoverte a ti, sino hasta al casto hijo de Fedra.

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El rey del rayo es Júpiter. El arma de Neptuno es el tridente. Gracias a su espada, poderoso es Marte. La lanza, Minerva, es tu atributo. Con el tirso emparrado es con lo que Baco entabla el combate. Como todos saben, la mano de Apolo lanza la flecha, y arma la pica la invicta diestra de Hércules; pero a mi, un carajo erecto me parece terrorífico.

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Para quien aquí cortase una violeta o una rosa, o robase alguna fruta u hortaliza sin pagarla, pido que, sin tener mancebo ni mujer, reviente de una erección como la que en mí veis y tenga que golpeársela sin cesar en el ombligo.

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El jardinero de este fecundo vergel me encargó la custodia de este lugar. Ladrón, recibirás tu castigo por más que grites enfurecido: "Todo esto por unas brezas?". "Efectivamente, por una sola breza".

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Este cetro que, procedente del árbol, nunca más volverá a reverdecer, este cetro que reclaman para sí las jovenzuelas lujuriosas, que algunos reyes desean tomar entre sus manos y que besan los nobles sodomitas, se hundirá en las entrañas del ladrón todo entero hasta la empuñadura de los cojones.

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Oh, Quírites, o me cortas el miembro viril que noche tras noche fatigan las vecinas siempre calientes y más lujuriosas que los gorriones en primavera, o reventaré y os quedaréis sin Príapo. Ya ves que estoy jodido, agotado, pálido y macilento, yo que antes, rubicundo y valeroso, solía atravesar hasta a los ladrones más fuertes. Ahora, pobre de mi, me faltan las fuerzas, y escupo peligrosos esputos entre espasmos de tos.

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La delicia del pueblo, la conocidísima del Circo Magno, Quincia, experta en menear sus vibrantes nalgas. Deposita en ofrenda a Príapo los címbalos y los crótalos, los instrumentos de calentamiento así como los tambores golpeados con firme mano. Y en compensación, suplica ser siempre grata a los espectadores para que tu público este siempre erecto, como el dios.

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A tí, que tienes malas intenciones y que difícilmente aguantas sin roban en el huerto, te daré por culo con mi falo descomunal, y si ese castigo tan duro y penoso no da buen resultado, tentaré otro agujero más alto.

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Que me muera, oh príapo, si no me avergüenzo de decir palabras torpes y obscenas. Pero como tú, siendo dios, muestras sin pudor los huevos al aire, debo yo llamar a la concha concha y a la verga verga.

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"Oh, Priapo, amenazador con tu hoz y con esa otra parte aún mayor, indícame, por favor, el camino a la fuente" "Ve, forastero, por esas viñas; pero si coges una sola uva, otra agua tendrás que tomar."

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Mientras no robes nada con esa atrevida mano, podrás mantenerte tan casto como la mismísima vesta. De lo contrario, esta arma te abrirá en canal de tal modo que podrás salirte entero por tu propio culo.


FIN

Mil gracias a: http://www.identidades.org/

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